Mi mermelada, esa que he juntado y guardado durante tanto tiempo, poniéndole cada ilusión de mi día, cada lágrima absurda y cada lágrima llena de más sentimiento que una sonrisa, cada desvelo, cada grito, cada mirada extasiada por un nuevo día, cada sonido de mi risa... No, no sólo es eso, era algo que había compartido, compartía cierto valor... sentimental, si, eso...
El frasco, vaya que era delicado, y a la vez lo suficientemente resistente para aguantarme tanto tiempo, estaba constituido por piezas de esperanza, pegado con sangre de mi corazón, y ahora está todo desparramado en el jardín, en ese pastito que yo misma he cuidado. Bueno, algún día tenía que romperse, me alegra de que al menos haya sido un accidente. Ahora construiré un cofre, mucho más duradero, y que soporte los viajes que realice conmigo.